lunes, 4 de diciembre de 2017

RETAZOS DE DEMOCRACIA, ENTRE EL OPTIMISMO Y EL PESIMISMO.




Por: Marcos Bravo
FPDH Seccional Huila

La historia del conflicto en Colombia tiene muchos factores y algunos de estos son los relacionados con la tierra y el fracaso de las políticas públicas de una reforma integral agraria. La participación de los grupos políticos y sectores empresariales que controlan la economía del país llevándola cada vez más hacia el capitalismo de apertura neoliberal conlleva a la privatización de las instituciones públicas y a reducir el rol del estado; un modelo económico de país que beneficia a las multinacionales que extraen los recursos minero energéticos, un modelo que casi no guarda distancia de los intereses particulares avaros de la clase dirigente del país del norte.
Grupos alzados en armas salidos de casillas de la ideología de lucha guerrillera latinoamericana con que se formaron por los pueblos campesinos y obreros contra el avance del imperialismo, las dictaduras y las oligarquías.
Los asesinatos de destacados líderes políticos de todos los sectores, en resumidas cuentas nos vienen dejando un país que ha perdido la brújula de los proyectos sociales que lo saque de la peor situación en que se encuentra. 

El narcotráfico ha permeado y corrompido  los tejidos sociales, destruye el medio ambiente los páramos, cierras, parques naturales y reservas ambientales con la siembra indiscriminada de la planta de cocaína y amapola. Los grupos que controlan este negocio destierran a las comunidades indígenas y campesinas. Las políticas gubernamentales para erradicar estos cultivos ilícitos solamente designan los recursos en la fumigación con glifosato que afecta y altera  los cultivos alimenticios aledaños y recursos naturales.
Los estadounidenses son una sociedad para destacar porque han propuesto muchas salidas a los problemas del mundo, pero la propuesta de los gobiernos de Bogotá con sede en la Casa de Nariño y de Washington con sede en la Casa Blanca para derrotar el narcotráfico por la vía armada no ha sido la más viable.  
La problemática de los cultivos y productos ilícitos también ha generado violencia en los territorios donde se cultiva y en los pueblos y ciudades donde se distribuyen, a la vez los países vecinos del continente no son ajenos a esta difícil situación de violencia armada entre carteles que se genera por el control y expendio de este lucrativo polvo blanco derivado de la planta de coca. El plan Patriota y El plan Colombia reestructuraron y fortalecieron la fuerza armada pública pero en materia social se ha alcanzado muy poco.

 En una sociedad tan herida donde empezamos a comprender que la vida es sagrada y que no vale la pena seguir en la guerra, optamos por buscar otras alternativas que nos saque de esta situación. La constitución política de 1991 es una muestra de que en Colombia se puede buscar soluciones a las problemáticas que nos aquejan para empezar a encaminar un Estado Social de Derecho.        
En Colombia en estos últimos  60 años de conflicto social armado se han llevado a cabo 10 procesos de paz y este último iniciado en la Habana con las FARC es el más completo y los 7 puntos planteados inicialmente podría garantizar la no repetición de la guerra con ese grupo subversivo que deja las armas y se reincorpora a la vida civil y legal. 
La Justicia Especial para la Paz JEP está diseñada a pesar de los problemas históricos de nuestros pueblos para  cerrar las problemáticas de conflicto armado que existen entre integrantes de grupos guerrilleros, paramilitares, militares del estado,  empresarios y políticos que han participado de este conflicto y que por causas obvias de la guerra también han sido víctimas.   
La paz y el postconflicto sensibilizan mis ánimos ciudadanos con optimismo en seguir reconstruyendo con urgencia una sociedad tan herida con tantas víctimas, tan corrupta, tan inequitativa por causa de esta maldita guerra que nos envía con fuerza apabullante hacia un abismo oscuro, fangoso y con una salida estrecha. Nuestros niños, niñas, mujeres, hombres y ancianos no pueden seguir pagando los platos rotos de los vejámenes y crueldades de este conflicto social que hubiera podido solucionarse por otras vías diferentes a la bélica.
Sería muy terrible y fatal “vernos dentro de 10 mil muertos para volver a entablar diálogos de paz”, frase fría que Alfonso Cano secretariado de las FARC alarmó en los diálogos de paz fallidos con el gobierno de entonces en la década de 1990.
 En momentos tan angustiantes cuando  se considera por qué llorar sobre un vaso de leche derramada, considero que ese vaso en momentos está sujetado pero sectores oscuros de nuestra sociedad lo tumba porque encuentra en la guerra y las armas un negocio muy lucrativo. 
Como dice la canción, "Salto, canto, bailo, rio, lucho, lloro", y estrecho la mano con el anhelo de vivir en una sociedad reconciliada. Pero también comprendo que enfocando la realidad de mi país, en la implementación de los acuerdos de paz para el fin del conflicto con la guerrilla en el congreso esta muy polarizada después del plebiscito del 2 de Octubre de 2017 en el cual la respuesta del No  a la pregunta planteada gana por un margen muy mínimo y ahora por falta de voluntad política está en crisis y punto de caerse.

Nuestra sociedad no puede permitir que la ventana de la paz territorial y social se cierre y continuemos en una sociedad inviable y pesimista para las generaciones venideras que en últimas optan conmovidos  por abandonar las comunidades y el país porque no es posible sobrevivir.   
Aun así entre un mar de incertidumbre, y optimismo, resisto, no apago la vela, ni cierro la puerta, ni me voy del territorio ni de la comunidad donde vivo porque es necesario restaurar la sociedad y buscar los diferentes caminos del diálogo para legar un país al alcance de nuestros niños.  
       


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